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Fiesta de la Candelaria |
Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los
griegos: Cuarenta días después de Navidad, Jesús fue conducido al
Templo por María y José, y lo que podía aparecer
como cumplimiento de la ley mosaica era realmente su encuentro
con el pueblo creyente y gozoso, manifestándose como luz para
alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel.
Para
cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a
los cuarenta días del nacimiento de Jesús
Esta fiesta ya
se celebraba en Jerusalén en el siglo IV.
La festividad de
hoy, de la que tenemos el primer testimonio en el
siglo IV en Jerusalén, se llamaba hasta la última reforma
del calendario, fiesta de la Purificación de la Virgen María,
en recuerdo del episodio de la Sagrada Familia, que nos
narra San Lucas en el capitulo 2 de su Evangelio.
Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén,
a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, para ofrecer
su primogénito y cumplir el rito legal de su purificación.
La reforma litúrgica de 1960 y 1969 restituyó a la
celebración el título de “presentación del Señor” que tenía al
principio: la oferta de Jesús al Padre, en el Templo
de Jerusalén, es un preludio de su oferta sacrifical sobre
la cruz.
Este acto de obediencia a un rito legal, al
que no estaban obligados ni Jesús ni María, constituye una
lección de humildad, como coronación de la meditación anual sobre
el gran misterio navideño, en el que el Hijo de
Dios y su divina Madre se nos presentan en el
cuadro conmovedor y doloroso del pesebre, esto es, en la
extrema pobreza de los pobres, de los perseguidos, de los
desterrados.
El encuentro del Señor con Simeón y Ana en el
Templo acentúa el aspecto sacrifical de la celebración y la
comunión personal de María con el sacrificio de Cristo, pues
cuarenta días después de su divina maternidad la profecía de
Simeón le hace vislumbrar las perspectivas de su sufrimiento: “Una
espada te atravesará el alma”: María, gracias a su íntima
unión con la persona de Cristo, queda asociada al sacrificio
del Hijo. No maravilla, por tanto, que a la fiesta
de hoy se le haya dada en otro tiempo mucha
importancia, tanto que el emperador Justiniano decretó el 2 de
febrero día festivo en todo el imperio de Oriente.
Roma adoptó
la festividad a mediados del siglo VII, y el Papa
Sergio I (687-701) instituyó la más antigua de las procesiones
penitenciales romanas, que salía de la iglesia de San Adriano
y terminaba en Santa María Mayor. El rito de la
bendición de los cirios, del que ya se tiene testimonio
en el siglo X, se inspire en las palabras de
Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación, que has preparado
ante la faz de todos los pueblos, luz para iluminar
a las naciones”. Y de este rito significativo viene también
el nombre popular de esta fiesta: la así llamada fiesta
de la “candelaria”.
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